Guerra by Sebastian Junger

Guerra by Sebastian Junger

autor:Sebastian Junger [Junger, Sebastian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2011-04-23T04:00:00+00:00


6

No me marcho del valle, me quedo y, a los pocos días, la guerra se vuelve normal otra vez. Salimos a patrullar y me centro en el hecho de que un pie camina por delante del otro. Nos tienden una emboscada y lo único que me interesa es qué cobertura tenemos. Todo es muy simple y directo y, hacia esta época, matar empieza a tener cierto sentido para mí. Resulta tentador pensar que matar es un acto político porque ahí es donde actúan las repercusiones, pero esto pasa por alto el hecho principal: un hombre situado detrás de una roca conectó dos cables a una batería e intentó matarme; matarnos. Hay otras formas de entender lo que hizo, pero ninguna de ellas invalida el hecho crudo de que este hombre quería negar todo cuanto he hecho en mi vida o podría llegar a hacer. Se recibía con una malicia y un carácter personal que no posee el combate. En teoría, el combate te ofrece ocasión de reaccionar de forma adecuada y sobrevivir; las bombas no dan margen para nada. Probablemente, la olla a presión se había adquirido en Kandigal, la población con mercado por la que habíamos pasado media hora antes. Nuestro atacante había encendido una hoguera en el valle, para mantener el calor durante la noche que pasó esperándonos: pudimos ver sus huellas en la arena. La relación entre él y yo no podía ser más clara y, si de algún modo yo hubiera tenido la ocasión de matarlo antes de que juntara los dos cables, sin duda lo habría hecho así. No puedo decir que sea un pensamiento hermoso en la cabeza de un civil. No es un pensamiento que se quede ahí calmosamente y te tranquilice sobre lo que te rodea.

Eran los tres metros lo que me había atrapado: no dejaba de pensar en Murphree y luego bajar la mirada a mis piernas. La idea de que tanto podía depender de tan poco me resultaba en cierta forma intolerable. Hacía que la vida entera tuviera una apariencia terrorífica; hacía que el simple paseo a la cantina fuera potencialmente tan malo como una patrulla nocturna a Karingal. (Si el trabajador estadounidense que habían contratado en el PAK fue herido en la pierna y no en la cabeza, fue solo porque, casualmente, aquella noche durmió al revés en su catre). La única forma de calmar los nervios en ese entorno era admirarse de la demencial potencia de la artillería de la que podían disponer los estadounidenses y confiar en que fuera suficiente para alterar la ecuación. Por ejemplo, cuentan con un cohete que se dispara cargando el arma al hombro, denominado Javelin (Jabalina), que se puede dirigir contra la ventanilla de un coche en marcha a ochocientos metros de distancia. Cada proyectil de Javelin cuesta unos 80 000 dólares y la idea de que lo dispare alguien que no gana ese dinero en un año contra alguien que no ganará ese dinero en toda su vida resulta, en cierto sentido, tan escandalosa que casi parece que por ello mismo la guerra puede ganarse.



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